viernes, 24 de enero de 2014

Para convivir hay que tomar Rivotril


Para las parejas actuales convivir es un fantasma, tanto para el hombre que piensa que vivirá entre peluches rosados y toallas bordadas como para la mujer que teme convertirse en la “bajadora de tapa” oficial. Lo cierto es que hoy en día la mayoría de las parejas deciden vivir juntos antes que casarse; entonces nos preguntamos: ¿Qué tenemos que saber antes de enfrentar este desafío? Para convivir y no morir en el intento creemos que la vida en convivencia no es una receta de cocina dónde hay que seguir los pasos al pie de la letra para que todo marche bien, es ese camino juntos el que debe construirse sobre fuertes cimientos sorprendiéndonos día a día.

Pero sabiendo que en esta aventura vertiginosa SIEMPRE habrá altibajos que deben superarse mediante respeto, comunicación, amor, creatividad y comprensión. Pensando en el otro como individuo, cuidando sus sentimientos y creando proyectos juntos sin apurarnos, disfrutando del momento. 

Cada pareja es un universo paralelo dónde nadie obliga al otro a estar juntos, más vale felices separados que juntos y odiados. El (con) vivir es un viaje en el que cada segundo será un eterno disfrute hay que ceder, negociar y ponerse en el lugar del otro, dejar de lado las acciones obvias sin perder de vista nuestra integridad física y mental.

Y si por algún motivo las cosas no funcionan entre ustedes, no culpen a la “vida en convivencia” hagan un autoanálisis de la situación y sigan viviendo recordando que uno está con alguien para estar mejor que cuando se estaba sólo.

Cómo llegar a fin de año sin morir en el intento

Diciembre es el mes en que están todos al palo queriendo hacer lo que no hicieron en los últimos 11 meses y piensan que el 1 de enero su vida va a quedar resuelta. Hacen listas, las deshacen, piensan en dónde pasar las fiestas, con quién, qué comer, compras, gritos, gente en el centro, mucha gente, más gente. ¡¡Aahhh!!. Los cierres de ejercicio de las empresas, locura, apuro, estrés, salidas, comida, bebidas, alikal para relajar, trasnoche y pileta se suman a las tan caóticas fiestas.

Pero, ¿qué es lo bueno de esta época? Sin repetir y sin soplar digo: Mi Pobre Angelito 1 y 2, esas excelentes películas que costearon las drogas de
Macaulay Culkin, el pan dulce con chips de chocolate y el exceso autorizado por los mayores.

Se hicieron las doce y papá noel te dejó un bombachón rosa y 100 pesos, o sea nada. Comienza la maldita pirotecnia y todos los perros la empiezan a pasar muy mal, los corchos salen despedidos directo a tus ojos, y si tenés mala suerte te pega uno y te casás.


En fin, comer lechón y ensalada de frutas sumado a la ananá fizz sin alcohol puede ser sumamente radioactivo. Si tomen no manejen. Si quieren ver luces cómprense un telescopio. No coman en exceso. Disfruten que se acaba el mundo. Oremos.

El día que...

Pedro Aznar me canta que ya es la hora de levantarme. Como todos los lunes (y toda la semana) trato de despegarme de esas suaves sabanas que me atrapan en su maligna red.

Abro los ojos, apago la música y la veo de espaldas, inmóvil. No puedo apartar la vista de tan horrible imagen, ni mucho menos huir, mi cuerpo se quedó inmóvil, mi cabeza bien sabe que aquellos seres tienen poderes sobrenaturales y destructores.

Con voz tenebrosa susurro: -deberíamos matarla. Alguien a mi lado responde con poca paciencia: -Natalia, ¡ya está muerta!. Un incrédulo nudo en mi garganta me dice que esa expresión es errónea. Esa silueta semimuerta aún vive.

Aún desde la cama me aventuro a hacer contacto con ella, primero le lanzo la pantufla izquierda y pienso en que si hubiese hecho gimnasia en la escuela quizás tendría mejor puntería. No creo. Ahora es el turno de la derecha, no debo desaprovechar mi última opción, como sabrán fallé de nuevo; en ese instante sentía que estaba en pleno ataque zombie y sin una maldita hacha.

Finalmente y sin dejar de mirar fijo al inmenso bulto, me levanté de la cama descalza y fui en busca de una pala. En ese momento estaba a punto de enterrar un cadáver en el patio trasero de mi casa, aunque vivo en un monoambiente dividido. Me pongo otro calzado y coloco la pala contra el inerte cuerpo, presiono hasta sentir el crack que indica la muerte segura. Recojo los restos, los arrojo a la basura y escucho desde la habitación: -¡No tenés que matar a las cucarachas porque se mueren y te dejan los huevos!


A partir de ese momento descubrí que SIEMPRE me va a ganar una cucaracha.